5 pero a Ana le daba solamente una porción, pues aunque era su
preferida, Yahveh había cerrado su seno.
6 Su rival la zahería y vejaba de continuo, porque Yahveh la había
hecho estéril.
7 Así sucedía año tras año; cuando subían al templo de Yahveh la
mortificaba. Ana lloraba de continuo y no quería comer.
8 Elcaná su marido le decía: «Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por
qué estás triste? ¿Es que no soy para ti mejor que diez hijos?»
9 Pero después que hubieron comido en la habitación, se levantó Ana
y se puso ante Yahveh. - El sacerdote Elí estaba sentado en su silla, contra
la jamba de la puerta del santuario de Yahveh.
10 Estaba ella llena de amargura y oró a Yahveh llorando sin
consuelo,
11 e hizo este voto: «¡Oh Yahveh Sebaot! Si te dignas mirar la
aflicción de tu sierva y acordarte de mí, no olvidarte de tu sierva y darle un
hijo varón, yo lo entregaré a Yahveh por todos los días de su vida
y la
navaja no tocará su cabeza.»
12 Como ella prolongase su oración ante Yahveh, Elí observaba sus
labios.
13 Ana oraba para sí; se movían sus labios, pero no se oía su voz, y
Elí creyó que estaba ebria,
14 y le dijo: «¿Hasta cuándo va a durar tu embriaguez? ¡Echa el vino
que llevas!»
15 Pero Ana le respondió: «No, señor; soy una mujer acongojada; no
he bebido vino ni cosa embriagante, sino que desahogo mi alma ante
Yahveh.
16 No juzgues a tu sierva como una mala mujer; hasta ahora sólo por
pena y pesadumbre he hablado.»
17 Elí le respondió: «Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo
que le has pedido.»